martes, 30 de diciembre de 2008

Empédocles y los cuatro elementos

La base de la física de Empédocles (aprox. 490 AEC - aprox. 446 AEC) está en la asunción de que existen cuatro “raíces” de la materia, usando una metáfora botánica que acentúa su potencial creador: tierra, aire, fuego y agua (Aristóteles las llamará después “elementos”). Son capaces de crear todas las cosas, incluyendo los seres vivos, por mezcla en diferentes combinaciones y proporciones. Sin embargo, cada uno de estos elementos mantiene sus propias características en la mezcla, y cada uno es eterno e inmutable.

La postulación de estas cuatro raíces de la materia forma parte de la tradición de principios creativos opuestos de la filosofía presocrática, pero también tiene sus orígenes en un intento de contrarrestar las teorías de Parménides que había argumentado que el mundo es indiviso e inmutable ya que nada puede venir de la nada y nada puede ser destruido hasta la nada: la teoría conocida como monismo eleático. La respuesta de Empédocles  fue apropiarse  de las ideas de Parménides y usarlas contra ellas mismas. Nada puede venir de la nada y nada puede ser destruido hasta la nada y, por lo tanto, con objeto de rescatar la realidad del mundo de los sentidos, debe asumirse la existencia de algo eterno e inmutable bajo el constante cambio, crecimiento y descomposición del mundo visible. Empédocles entonces transfiere la inmutabilidad que Parménides  atribuye a la totalidad del mundo a sus cuatro elementos, y reemplaza la singularidad estática del mundo de Parménides  con una pluralidad dinámica.

Empédocles también propone dos fuerzas cósmicas que actúan sobre los elementos tanto de formas constructivas como destructivas. Son el Amor (Philia), una fuerza de atracción y combinación, y el Odio (Neikos), una fuerza de repulsión y separación. Estas fuerzas están comprometidas en una batalla eterna por la dominación del cosmos y que cada una de ellas prevalece a turnos en un ciclo cósmico sin fin.

Cuando el Amor domina todos los elementos están completamente juntos en una Esfera en la que, aunque los elementos no están fundidos en una sola masa, son indistinguibles unos de otros. La esfera está entonces en un estado acósmico en el que no puede existir materia y la vida es imposible. Cuando el poder del Amor se debilita gradualmente y el Odio comienza a crecer, éste comienza a separar progresivamente los elementos de la Esfera hasta que hay suficiente separación como para que la materia comience a existir, el mundo se cree y nazca la vida. Cuando el Odio ha conseguido la dominación total se llega a otro estado acósmico en el que los elementos están separados completamente y el mundo y la vida han sido destruidos en un Remolino. Entonces el Amor comienza  a crecer en poder y a agregar los elementos de nuevo, creando el mundo y la vida de otra vez. Cuando alcanza el dominio completo se vuelve a la Esfera.

El cosmos existe pues en estado de flujo constante, bajo el cual hay una especie de estabilidad en la eternidad de los elementos. El mundo está en un estado constante de evolución orgánica y hay dos creaciones y dos mundos diferentes que no tienen conexión directa entre ellos. Empédocles creía que vivimos en un mundo en el que el Odio crece.

 

lunes, 29 de diciembre de 2008

Anaximandro y el apeiron

Los historiadores se refieren algunas veces al periodo entre el año 600 AEC (antes de la era común) y el 450 AEC como “la primera revolución científica”. Con este nombre grandilocuente engloban la emergencia de un grupo de pensadores griegos (jónicos) que iniciaron un cambio paradigmático en la comprensión del mundo natural: abordaron la naturaleza de una nueva manera, se hicieron preguntas diferentes a las que se habían hecho sus antecesores, y dieron diferentes tipos de respuestas. Creyeron que el mundo podía ser comprendido racionalmente o, mejor dicho, naturalmente, que podía llegar a ser el sujeto del razonamiento humano. Los dioses olímpicos estaban todavía ahí, pero ya no se les hacía responsables de los fenómenos naturales. Los filósofos jónicos, también conocidos como presocráticos, pensaban en el mundo como un cosmos, una estructura de materia y fuerzas conectadas por leyes en un todo armonioso.

Aristóteles escribe en su “Metafísica” que los presocráticos buscaban un elemento que constituyese todo lo que existe. Si bien cada filósofo presocrático dio una respuesta diferente sobre la identidad de este elemento (agua para Tales, aire para Anaxímenes), Anaximandro de Mileto (aprox. 610 AEC - aprox. 546 AEC) comprendió que el comienzo o primer principio debía ser una masa primordial ilimitada, sin fin (apeiron), no sujeta a envejecimiento ni a descomposición, que produce perpetuamente materiales nuevos a partir de los que se derivan todas las cosas que percibimos.

Para Anaximandro, el principio de las cosas, el constituyente de todas las substancias, es una indeterminación y no un elemento como el agua de Tales, su maestro. Anaximandro arguye que el agua no puede abarcar todos los contrarios que se encuentran en la naturaleza (por ejemplo, el agua sólo puede ser húmeda, nunca seca) y por lo tanto no puede ser la sustancia primera, tampoco lo podrían ser las otras sustancias candidatas. Postuló el apeiron como la sustancia que, aunque no pueda ser percibida directamente por nosotros, podía explicarlos opuestos que veía a su alrededor.

Anaximandro fue el primero en concebir un modelo mecánico para el mundo. En su modelo, la Tierra flota muy quieta en el centro del infinito, no soportada por nada. Se mantiene “en el mismo lugar por su indiferencia”, punto de vista este que Aristóteles tildó de ingenioso, pero falso, en su “Del cielo”. Su forma es la de un cilindro con una altura que es un tercio de su diámetro. La parte plana superior forma el mundo habitado que está rodeado por una masa oceánica circular.

Este tipo de modelo permite conceptualmente que los cuerpos celestes puedan pasar bajo él. Va más allá del modelo de Tales en el que el mundo flota sobre el agua, con el problema de explicar qué contiene a este océano, mientras que Anaximandro lo soluciona introduciendo el concepto de infinito (apeiron).

En el origen, después de la separación de lo caliente y lo frío, una bola de fuego rodeó la Tierra como la corteza rodea al árbol. Esta bola se partió para formar el resto del Universo. Semejaba un sistema de ruedas concéntricas huecas, llenas de fuego y agujereadas. Así, el Sol es el fuego que se puede ver a través de un agujero del tamaño de la Tierra en la rueda más lejana y un eclipse sería la obstrucción de ese agujero. El radio de la rueda solar es 27 veces el de la Tierra y su espesor, como el de todas, de 1; el de la lunar, cuyo fuego es menos intenso, 18 veces. El agujero de la rueda lunar se abre y cierra periódicamente explicando así las fases lunares. Las estrellas y planetas, situados en la rueda más cercana, siguen el mismo modelo.